Baile de máscaras

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Baile de máscaras

¿China es una economía capitalista? Para responder la pregunta primero es necesario definir lo que se entiende por Capital y Capitalismo. El Capital corresponde a un conjunto de recursos tangibles e intangibles que tienen la propiedad de generar flujos de caja (ganancias). Quien sea el dueño del capital, será dueño de la totalidad o parte de las ganancias que se genera (lucro).

El capitalismo, en la sociedad occidental, se entiende como un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la libertad de mercado. En este sentido, existen dos Escuelas de pensamiento ubicadas en veredas opuestas. La Escuela Austriaca liderada por Friedrich Hayek (1989 – 1992), Premio Nobel de Economía 1974, postula como principal hipótesis que, los sistemas de precios libres y la competencia son fundamentales para la asignación eficiente de recursos (máximas ganancias). Al frente, se encuentra el Capitalismo Progresivo liderado por Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001. Dicho enfoque asigna un rol relevante del Estado para “mejorar los resultados económicos a través de cuatro ejes, a saber, el papel vital que desempeñan las empresas en la economía al crear empleos, fomentar la innovación, permitir el intercambio voluntario, y proporcionar bienes y servicios competitivos.

Ambas visiones del capitalismo se diferencian en el grado de intervención del Estado en las decisiones económicas. Pero, en todas las variantes el sector privado es quien tiene la propiedad del capital y de las ganancias (deducidos los respectivos impuestos). En este ámbito, China no es una economía capitalista. En China la propiedad del capital y sus ganancias tienen un solo dueño: el Estado representado por el partido comunista chino. Las decisiones políticas y económicas quedan en mano del Comité Central. China aprendió a utilizar la economía de mercado del mundo occidental, para generar una impresionante industria de producción de bienes y servicios. Mantenerla en funcionamiento asegurando el flujo de materias primas y la comercialización de los bienes y servicios en las economías capitalistas, han sido el sustento del crecimiento del gigante asiático. Dicha estrategia no ha reparado en consideraciones ambientales o de justicia laboral o de justicia social, atributos que son insoslayables en los sistemas capitalistas del mundo libre. El riguroso control de la información, que ostentan los organismos del Estado, son el factor de mayor distorsión del sistema económico chino. Esta asimetría de información genera un problema de difícil solución para el funcionamiento de los mercados de occidente que son invadidos por los bienes y servicios “made in China”.

El baile de máscaras fue un formato que se popularizó durante el siglo XVIII. Su origen sin embargo se remonta a la Edad Media. Formaba parte del calendario litúrgico cristiano, como antesala de la abstinencia cuaresmal. Previamente a la Cuaresma, el evento permitía exacerbar la alegría y el placer de los sentidos. Pero también, en sus orígenes, el carnaval era el único momento del año en el que existía la posibilidad de transgredir las leyes fundamentales de la sociedad con cierta impunidad. Al igual como ocurrió en la Edad Media, el baile de las máscaras chinas se constituye en una barrera para dimensionar el poder de la economía asiática. Lo único meridianamente claro para las economías occidentales es que en China existe un sistema de gobierno totalitario, que tiene efectos negativos en las libertades individuales y los derechos humanos. Pero lo más grave, es la disposición del régimen por mantener su privilegio a costa de sacrificar la calidad y la vida de su población.

Columna originalmente publicada en La Discusión